Vista de sala en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito, 2025. Fotografía Alexander Alcocer. 
Al fin, perdidos.
La historia de la humanidad está marcada por una búsqueda constante de comprensión y exploración del cosmos. Desde tiempos inmemoriales, las estrellas han fascinado a la humanidad, sirviendo como guías en la navegación, inspirando mitos y leyendas, y desafiando nuestra concepción del universo. En 1632, Galileo Galilei puso en jaque la cosmología tradicional con la publicación de Diálogo sobre los dos sistemas principales del mundo, marcando un hito en la evolución del pensamiento sobre el cosmos y el tiempo. 
Este evento no solo cuestionó las creencias arraigadas en torno al modelo geocéntrico, sino que también abrió las puertas a una nueva era de exploración científica y filosófica. Inspirada en la confrontación entre los modelos geocéntrico y heliocéntrico, esta propuesta artística surge como una reflexión sobre la evolución de la humanidad en su incesante búsqueda de sentido y conexión con el universo. 
La obra plantea una proyección temporal audaz: trasladar las 15 constelaciones del ecuador celeste al año 101632, conmemorando el 100.000 aniversario de la publicación de Galileo. En este ejercicio de especulación, las constelaciones pierden sus formas familiares y, con ellas, los significados que la humanidad les ha atribuido a lo largo de la historia. Al transformarse radicalmente, nos enfrentamos a un cosmos liberado de sus antiguas narrativas, encontrándonos, al fin, perdidos. Desde esta perspectiva, la obra explora las múltiples facetas de la relación entre la humanidad y el firmamento: desde su uso en la navegación y la expansión territorial hasta su dimensión cultural y espiritual. Asimismo, aborda el papel de la astronomía como una ciencia en constante búsqueda de respuestas sobre el origen y la naturaleza del universo. 
Más allá de la conceptualización de estas constelaciones proyectadas en el futuro, la instalación también se nutre de materiales ancestrales, como piedras y cristales naturales formados a lo largo de milenios. Estos elementos, testigos del pasado geológico de nuestro planeta, añaden profundidad y significado a la obra, estableciendo un vínculo entre arte, ciencia e historia terrestre. Finalmente, la instalación busca generar una experiencia inmersiva para los espectadores, invitándolos a reflexionar, a través de los sentidos, sobre el tiempo, el presente y el devenir. Con visitas guiadas y charlas complementarias, se busca enriquecer la comprensión del público sobre la interconexión entre la historia, el futuro y nuestra relación con el cosmos 
Gonzalo Vargas M.
Portada del single, Al fin, perdidos.
Al fin, perdidos (estudio 03) Video animación Full HD generada en Processing. Monocanal. 5 min. Loop. Ed. 1/1. Sin sonido. 470 cm x 246 cm. 2024.
Fotografías de registro de sala en el Centro  de Arte Contemporáneo de Quito. Fotos: Alexander Alcocer.
Al fin, perdidos “Mide lo que es medible y haz medible lo que no lo es.” Parafrasear a Galileo Galilei para definir la inmensidad astral de las constelaciones —su campo de investigación— es reconocer un legado que ha inspirado a innumerables creadores en el mundo. Su importancia no radica solo en el conocimiento que nos legó, sino en su lucha y en su deseo de proporcionarnos un sentido de orden en la esfera celeste, estructurada según su propia naturaleza. Como conocimiento científico, su aporte es imprescindible. Traerlo al presente a través de la obra de Gonzalo Vargas es evocar la curiosidad y persistencia de un científico que anhelaba descubrir la verdad sobre el universo que habitaba. En esta misma dinámica, Vargas propone observar la esfera celeste con la misma intensidad con la que lo hizo el histórico astrónomo. Sin embargo, su giro poético y visual desplaza la latitud de la mirada y sitúa el Ecuador como línea de observación y enunciación dentro de una temporalidad distinta (cien mil años en el futuro). El artista deconstruye lo conocido y lo conduce hacia una transfiguración en la que las estrellas se convierten en piedras y cristales, otorgando a estos objetos una nueva significación. La obra de Gonzalo Vargas es también una proyección de aquel que contempla el firmamento con la esperanza de encontrar en sus coordenadas un sistema matemático que dé sentido a nuestra pequeña existencia: un viaje a los perímetros más recónditos de nuestra humanidad. Esta instalación, además de su estética corpórea, construida con el detalle preciosista de un relojero, pone en debate la vastedad intangible de lo astral. Nos conduce a navegar por su inmensidad, reconociéndonos profundamente solos y, al mismo tiempo, ampliamente iluminados por la presencia suprema del universo, donde el Big Bang ha lanzado su juego de dados y nosotros no somos más que partículas orbitando en la profundidad del infinito. 
Katya Cazar Febrero, 2025.
Al fin, perdidos es una de las obras ganadoras del Premio Mariano Aguilera, 2024 - 2025. Quito.
Créditos: 
Conceptualización y diseño museográfico: Gonzalo Vargas M. Curaduría: Katya Cazar Museografía: Fundación Museo de la Ciudad / Centro de Arte Contemporáneo Asistentes de estudio: Anahí Minda, Francesca Fruci, Juan Ignacio Chicaiza Grabación de audio: Gonzalo Vargas M. en Nube estudio Diseño portada y contraportada álbum: Adrían Balseca / Gonzalo Vargas M. Masterización: David Acosta en Sonoriilab Fabricación estructuras y mobiliario: Ironworks Impresión: Imprenta Mariscal Prensa vinilo: Precision Pressing
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